domingo, 29 de enero de 2012

Viernes 27 de enero

Y miro a un lado y otro y solo encuentro tristeza, con un último suspiro miro a mi madre que lucha, que ve a su madre, la que le ha enseñado todas y cada una de sus victorias y fracasos, la ve inmóvil, algo inerte ya, sin vida. Y solo se me ocurre ponerme a pensar la cantidad de momentos que hemos pasado, mi vida y yo; mi abuela y yo. Y siento un vacío profundo en el interior como con pese al respirar y me pregunto ¿acaso las chicas grandes, lloran? Esta situación lo requiere. Debo de ser fuerte y apoyar en estos momentos a mi madre, lo mío ya es secundario. Me veo desolada, veo que esa mujer ha pasado a mi lado 16 años de mi vida, todos y cada uno de ellos con una enseñanza con aprendizaje incluido, se me hace un nudo en el estómago pensando qué pude a ver hecho, y no hice. En qué pude a ver ayudado, y no ayudé. Al fin y al cabo, siempre quedará en mi, algo intacto. Cuesta asimilarlo, no se que hacer sin ella, ojalá me hubiese quedado con ella en el hospital ese día, odiaba quedarse sola; no se cómo pudo pasar. Esperaba que ella me guiara a escoger bien mi camino, narrándole uno a uno mis secretos mas profundos, pues ni se reía de mi, ni se enteraba todo el mundo, esperaba durante muchos años una felicitación por algo bien hecho, y un reproche si estaba mal, pues, era mi vida, mi costumbre, era tanto, tanto que me es imposible olvidar ese momento en el cual para siempre, me despedí de ella. Dudo que exista alguien que te ame como mami y yo, te amamos.

Siempre conmigo.